Felices los infelices
que no pierden la esperanza,
los incompletos
que siguen creciendo,
los heridos
que se dejan lavar las llagas,
los vulnerables
que no se avergüenzan de serlo.
Felices los fracasados
que del golpe hacen escuela,
los olvidados
que recuerdan sin odio,
los diferentes
que se saben únicos,
los enfadados
que se ríen de sí mismos.
Felices los preocupados
que bailan sobre charcos,
los tímidos
que alzan la voz,
los profetas
que rompen candados,
los creyentes
que preguntan.
Felices, en este mundo turbulento,
los buscadores de Dios.
José María Rodríguez Olaizola. Sj
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