La mejor felicitación que he recibido. La comparto:
Si alguien así como el hijo de Dios naciera hoy, según las versiones del nacimiento anterior, sería parido en la desolada Alepo, o en un campo de refugiados sirios, o a bordo de una patera en el Mediterráneo, o en un descanso del duro camino a través del Sáhara hacia Europa, o en alguno de los Centros de Internamiento de Extranjeros que hay en España, o en una casa okupada por familias sin techo, o en el desierto que separa México de su inmisericorde vecino, o en cualquier barriada miserable de Hispanoamérica, África o Asia.
Según aquellas versiones, sus padres fueron pobres, refugiados, sin techo, okupas, migrantes: si volviera a pasar, no sé muy bien cómo se las apañarían, con medio mundo exigiendo el cierre de fronteras y la expulsión de tantos cientos de miles que sólo quieren nacer a una vida mejor. A una vida posible.
Ojalá que cuando esta noche nos digamos Feliz Navidad ese saludo también signifique nuestra voluntad de que todos esos niños y niñas que nacerán estos días en campos de refugiados, centros de internamiento, casas okupadas, pateras, desiertos y miserables “pesebres”, puedan crecer en un mundo menos despiadado e indiferente que éste.
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