“La vida humana, la persona, no se ve como un valor primario que respetar y cuidar. Esta cultura del descarte nos ha convertido en insensibles también ante el derroche y el despilfarro alimentario. El consumismo nos induce a acostumbrarnos a lo superficial, al derroche cotidiano de la comida a la que a veces, no somos capaces de dar el justo valor que va más allá de los meros parámetros económicos.
¡Recordemos bien que los alimentos que tiramos a la basura son como si se los robáramos al pobre de la mesa, al que pasa hambre!”
“No se puede hablar de pobreza sin tener experiencia directa con los pobres”. “No se puede hablar de pobreza abstracta: no existe. La pobreza es la carne de Jesús pobre: en el niño que tiene hambre, en el enfermo, en esas estructuras sociales injustas… Id y ver allí la carne de Jesús”.
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