La práctica de la Cuaresma data del siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla como tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia.
Se ha conservado con más rigor en las iglesias de Oriente, mientras la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más laxa en Occidente.
La clave está en la actitud que se debe cuidar y que nos invita al cambio, a mejorar y a la conversión.
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